Complejo Parroquial
Catecumenium
Después de su resurrección Jesús, confiando a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a realizar, mediante los sacramentos, la salvación que anunciaban. Para esta misión les aseguró su presencia permanente hasta el fin de los siglos y les infundió el Espíritu Santo […].
Desde entonces la Iglesia no ha dejado nunca de cumplir la misión que Cristo le ha encomendado, anunciando a los hombres la salvación, incorporándolos a la anticipación de la vida trinitaria en la comunidad que nace de ella, y enseñándoles a vivir según el Evangelio. En este sentido la Iniciación cristiana es la expresión más significativa de la misión de la Iglesia (Conferencia Episcopal Española, La iniciación cristiana, 13).
La Congregación para el Clero dice en El Directorio General para la Catequesis en los nº 257-258 que «la parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios.
La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia. Ella es, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe. Constituye, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital.» Y para ello da una serie de condiciones:
a) La catequesis de adultos debe asumir siempre una importancia prioritaria. Se trata de impulsar «una catequesis posbautismal» a modo de catecumenado…, destinado a hacer captar y vivir las inmensas riquezas del bautismo recibido.
b) Hay que plantearse, con valentía renovada, el anuncio a los alejados y a los que viven en situación de indiferencia religiosa. En este empeño, los encuentros presacramentales (preparación al Matrimonio, al Bautismo y a la primera Comunión de los hijos…) pueden resultar fundamentales.
c) Como referente sólido para la catequesis parroquial se requiere la existencia de un núcleo comunitario compuesto por cristianos maduros, ya iniciados en la fe, a los que se les dispense un tratamiento pastoral adecuado y diferenciado. Este objetivo se podrá alcanzar más fácilmente si se promueve en las parroquias la formación de pequeñas comunidades eclesiales.
Este es el fin que tiene esta construcción junto al Templo, llamado «Catecumenium» porque hace referencia al catecumenado. Catecumenado procede etimológicamente del verbo griego katnxeo, que significa hacer resonar la fe, un lugar donde se puedan generar hombres nuevos que se vayan transformando día a día en la imagen de Jesucristo a través de la Palabra de Dios y de los sacramentos, en especial la Eucaristía; y lugar desde donde se puedan manifestar los signos del amor -…en esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros (Jn 13, 35)- y la unidad -…como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17, 21) de los cristianos.
Del mismo modo que se nos ofrece la primera comunidad cristiana en la Escritura después de la Resurrección y Ascensión de Jesucristo: acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hch 2, 42).
Como decía Kiko Argüello, iniciador del Camino neocatecumenal, en su intervención en el Sínodo de Obispos para Europa, en octubre 1999, que la parroquia, ante la «aldea global» de McLuhan, pueda transformarse en una «aldea celeste», con una nueva estética: un Catecumenium, con espacios modernos para el culto y para la vida de las pequeñas comunidades, un modelo social más humano, capaz de abrir espacios para una nueva cultura.
SALÓN B
La Resurrección de Cristo es la victoria que destruye la muerte. El cuerpo glorioso del Hombre Nuevo reaparece en este mundo sin estar atado a sus leyes. Puede pasar a través de la puerta cerrada y desaparecer delante de los ojos de los discípulos. El Resucitado deshace todas las divisiones, está en total comunión: «El que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad». (Ef.2,14) Los dos apóstoles en primer plano son S. Andrés y S. Pedro que representan respectivamente la Iglesia de Oriente y la de Occidente.
Salón C
Bautismo: Hasta el siglo IV el Nacimiento y el Bautismo del Señor se celebraban el mismo día, el 6de enero, porque el Bautismo es, de alguna manera, la realización del Nacimiento. «Al nacer – dice San Jerónimo – el Hijo de Dios viene al mundo de modo escondido, en el Bautismo aparece de modo manifiesto». Antes, él no era conocido por el pueblo, con el Bautismo se revela a todos. El Espíritu Santo acompaña el crecimiento natural y progresivo de Cristo: «… progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia…» (Lc 2,52). En el Bautismo los Cielos se abren y el Espíritu Santo desciende sobre él como una paloma: «Y se oyó una voz que venía de los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»‘ (Mc 1,ll ) Cristo se revela realmente Hijo en sus dos naturalezas «verdadero Dios y verdadero Hombre». El Bautismo de Jesús es su Pentecostés personal, el descenso del Espíritu Santo y la manifestación de la Santísima Trinidad. Por eso la fórmula bautismal completa será: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Cristo con su mano derecha bendice las aguas y las prepara para que sean las aguas del Bautismo que reengendrarán al hombre a la vida nueva en el Lavacrum purificador del sacramento. En un himno de la fiesta ortodoxa del Bautismo de Jesús, él mismo dice a Juan: «Profeta, ven a bautizarme… tengo prisa por hacer morir al enemigo escondido en las aguas, el príncipe de las tinieblas, para liberar al mundo de sus redes donándoles la vida eterna» por eso Jesús entra en el Jordán, imagen de sepultura. De hecho, las aguas no santificadas, que recuerdan la muerte del diluvio, son llamadas «sepulcro fluido». San Juan Crisóstomo comenta: «La inmersión y la emersión son imagen del descenso a los infiernos y de la Resurrección». Juan Bautista está vestido de pieles, signo de su ser profeta y mártir. Es el testigo de la sumisión de Cristo, de su kenosis. En él toda la humanidad reconoce el amor divino hacia nosotros. El árbol con el hacha es imagen del misterio profético por el cual el Bautista anuncia la llamada a conversión, es el cumplimiento de la palabra evangélica: «Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Mt 3,10) Los ángeles son los diáconos en el servicio litúrgico del Bautismo, prontos para secar y revestir al bautizado. Por eso tienen en sus manos las vestiduras de Cristo.
Salón D
PENTECOSTÉS:
La virgen María, rodeada de los doce apóstoles recibe el Espíritu Santo,